22 feb 2013

La Serrana de la Vera

LA SERRANA DE LA VERA:
DE LA PRIMAVERA DEL ROMANCE
A TRES VERSIONES CONTEMPORÁNEAS DE LA LEYENDA.




0. Introducción.
La leyenda de la Serrana de la Vera es considerablemente antigua. Desde el siglo XVI, si no antes, circula oralmente en dos formatos: en verso (como romance) y en prosa (como leyenda). La primera versión que conservamos del romance es de 1677. En el siglo XVII, fue llevada al teatro por los dramaturgos Luis Vélez de Guevara (en 1613) y Lope de Vega (en 1617) en sendos dramas de título idéntico: La Serrana de la Vera.



1. Primavera del romance.

El romance de 1677, publicado en la obra de D. Gabriel Azedo de la Berrueza Amenidades, florestas y recreos de la provincia de la Vera Alta y Baja en la Extremadura, dice así:




Allá en Garganta la Olla,    en la Vera de Plasencia,
salteome una serrana,    blanca, rubia, ojimorena.
Trae el cabello trenzado    debajo de una montera,
y porque no la estorbara,    muy corta la faldamenta.  
5        Entre los montes andaba    de una en otra ribera,
con una honda en sus manos,    y en sus hombros una flecha.
Tomárame por la mano    y me llevara a su cueva;
por el camino que iba,    tantas de las cruces viera.
Atrevime y pregúntele    qué cruces eran aquéllas,
10      y me respondió diciendo    que de hombres que muerto hubiera.
Esto me responde y dice    como entre medio risueña:
—Y así haré de ti, cuitado,    cuando mi voluntad sea.
Diome yesca y pedernal    para que lumbre encendiera
y mientras que la encendía    aliña una grande cena.
15      De perdices y conejos    su pretina saca llena,
y después de haber cenado    me dice: —Cierra la puerta. 
Hago como que la cierro,    y la dejé entreabierta:
desnudose y desnúdeme    y me hace acostar con ella.
Cansada de sus deleites    muy bien dormida se queda,
20      y en sintiéndola dormida,    sálgome la puerta afuera.
Los zapatos en la mano    llevo porque no me sienta,
y poco a poco me salgo,    y camino a la ligera.
Más de una legua habiá andado    sin revolver la cabeza,
y cuando mal me pensé    yo la cabeza volviera,
25      y en esto la vi venir    bramando como una fiera,
saltando de canto en canto,    brincando de peña en peña.
—Aguarda —me dice—, aguarda;    espera, mancebo, espera;
me llevarás una carta    escrita para mi tierra.
Toma, llévala a mi padre;    dirasle que quedo buena.
30      —Enviadla vos con otro,    o ser vos la mensajera.

2. Primavera de la leyenda.

         El libro de Azedo de la Berrueza de 1677 nos proporciona también la primera versión conservada de la leyenda en prosa:

No paran solamente en los hombres los esforzados ánimos de los extremeños, sino que también pasan y se ven en los arroyos de las varoniles mujeres, de quienes podía contar muchos y muy grandes sucesos; mas por ahora me contentaré el hacer una breve mención de aquélla más que varonil mujer de la fama, nombrada por todo el mundo la Serrana de la Vera, pues apenas hay persona que no cante el antiguo romance de su historia.
Fue, pues, esta determinada serrana natural de Garganta la Olla, lugar bien conocido en la Vera de Plasencia, y hija de muy honrados padres, que no los nombro por no ser al caso; queríanla mucho y la estimaban, porque además de ser hija era muy hermosa y tenía muchas partes naturales para ser querida y estimada de todos; y todos los que la miraban quedaban rendidos a su mucha hermosura, gentileza y gallardía.
Puso los ojos esta bella serrana en un alentado joven, natural de su mismo lugar, con quien ella en sus niñeces se había criado, y conociendo los padres el empeño en que su hija estaba, trataron divertirla por otro camino, proponiéndola un casamiento, al parecer, conforme a su calidad y estado, y que estaba bien a todos. Mas como ya ella tenía puesta la voluntad y rendido el corazón al otro, y sus pasiones no la daban sosiego, determinose y dijo a sus padres que no había de ser otro su esposo sino aquel a quien ella tenla más que rendida su voluntad; y viendo la repugnancia que los padres hacían en darla gusto, porque les parecía no convenir, determinose y como desesperada se salió de casa de sus padres y se fue como perdida a habitar entre las fieras que esconde la grande fragosidad de aquellas altas y empinadas sierras.
¿Qué no hará una mujer picada del apetito de su gusto, y qué arrojos no emprenderá, aunque sea con desdoro de su misma reputación? Veíase sola en los montes; turbábanla confusiones; y aunque estuvo mucho tiempo entre aquellas asperezas, ya el pundonor, o mejor decir la vergüenza, la detenía para no volver a casa de sus padres (que cuando una determinación no es buena, ella misma se pone en peligros de desesperación); confundíanla pensamientos, y el demonio, que en tales ocasiones nunca duerme, la atizaba, y más en la soledad, que es a donde el enemigo procura siempre hacer la mayor batería y más cruda guerra.
Era, además de ser hermosa, por extremo de alentado ánimo, briosa, esforzada y valiente más que los valientes. Dio esta hermosísima serrana, habitadora de los montes en salirse a los caminos con una flecha al hombro y una honda en la mano, que eran las armas de que ella usaba y con que mataba caza para comer y sustentarse. Salteaba, como digo, en los caminos a todos los pasajeros y caminantes que encontraba, y si no querían ir de grado y de su voluntad, los llevaba por fuerza a su cueva, que había hecho al pie de un alto y eminente escollo para su descanso y abrigo, y allí les quitaba lo que llevaban. Entreteníalos el tiempo que le parecía, haciéndoles perder el miedo y regalándolos lo mejor que podía con perdices y conejos que cazaba. Era grande tiradora de barra, y a los que veía que eran alentados hacía que tirasen con ella, y ninguno la ganó; y hoy se está arrojada en aquel suelo la piedra con que tiraba, que apenas los que la ven se pueden persuadir a que hubiese mujer que tirase con ella por lo grande y pesado que tiene —y hoy aquel puesto, en memoria del caso, se llama el Tiro de la Serrana.
Después de estos y otros muchos entretenimientos que con los pasajeros tenía, hacía que tuviesen sus gustos y deleites con ella; y después, por no ser conocida ni descubierta, les quitaba las vidas; de que tenía entre aquellos cóncavos de aquellos encumbrados y eminentes montes y espesuras muchas hacinas de hombres muertos, que las aves destrozaban con sus picos y los brutos saciaban y satisfacían su hambriento apetito. Esta es, en suma, la historia de la Serrana de la Vera, con este antiguo romance, que lo declara mejor.

3. Aquí y ahora: la Serrana de la Vera

Informante: Miguel Cajas Fernández, de 36 años, de Villar del Pedroso. Recogido por José Miguel Cajas Jara, 6/6/2002, en Villar del Pedroso.

         Un chico se iba a casar con una muchacha, pero el chico era infiel a esa muchacha.  Entonces, esa muchacha se enteró, ya que se iban a casar pero ese chico no se presentó.
         La muchacha entró en una locura y cada chico que se echaba novia le mataba para que no les hiciera lo que le pasó a ella. Además, le recordaba a su novio que la dejó en el altar.
         La muchacha mató a varios muchachos hasta que la guardia civil la mató al ver que  mataba a todos los que pillaba.

3. Aquí y ahora: leyenda de la serrana


Informante y recopilador: José Ángel Jara Rodríguez. Junio-julio 2003.   

Desde hace ocho décadas es conocida en toda la Vera la historia de una serrana que destacaba entre sus contemporáneos por su exuberante belleza. Debido a su físico, no pasó desapercibida al rey, que visitaba en aquella época la comarca, pues observó en ella una hermosura nunca vista en otra mujer. Esta situación produjo un arduo deseo al rey de hacerse con ella, y tras varias insinuaciones por parte del soberano, la serrana aceptó su mano. Pero, impredeciblemente, al poco tiempo el rey sació su deseo y decidió romper su unión con la serrana, porque ésta le absorbía los sesos de tal manera que le impedía realizar las funciones propias de un rey. Ante esta situación, la serrana reaccionó con un ataque de soberbia que la indujo a tomar una postura hostil hacia todos los hombres y a jurar vengarse de ellos. Para realizar sus propósitos se sirvió de sus armas seductoras con la intención de que los varones se rindiesen ante su belleza y ella pudiera manipularlos a su antojo. Así, se dedicó a enamorar a hombres, y no contenta con hacerlos sufrir sentimentalmente, los mataba para saciar su venganza y los escondía en una cueva que actualmente se encuentra en una zona de la Vera, conocida como La Serranilla, en honor a este personaje.
 

4. Aquí y ahora: la Serrana de la Vera

Informante: Enrique, de unos 45 años, sacerdote, de Talayuela. El recopilador, Enrique Laso Quintana, oyó la leyenda durante un campamento de verano en Losar de la Vera. 

Se cuenta que por la noche, en los alrededores de las sierras de la Vera, se escuchan  ruidos extraños, como chillos de personas.
Dicen que hace mucho tiempo, en un pueblo de la Vera, vivía una joven muy hermosa, tan hermosa que todos los hombres se la disputaban. Pero la chica comenzó a agobiarse porque veía que los hombres sólo la querían para mantener relaciones con ella y ya está, y esto hizo que  se volviese loca y buscase refugio en la sierra. Las personas del pueblo comenzaron a preocuparse por la tardanza de la joven y mandaron unos chicos a buscarla. Pasó un rato y uno de ellos la vio, pero le sorprendió verla tan hermosa, y al ver que empezaba a seducirle y a hablarle desde lejos, la siguió, creyéndola indefensa. La chica entró en una cueva y el chico detrás, pensando en poder complacer sus deseos; pero se encontró con una criatura loca, llena de odio, que le propinó golpes hasta la muerte.

De este modo, cada vez que veía a un joven por los alrededores de la sierra hacía lo  mismo. Y por esto se dice que las voces que se oyen por la noche son las voces de los jóvenes que intentan buscar ayuda, pero es algo imposible de conseguir, porque la serrana está ahí y es imposible escapar de ella.




Esta historia me la contó un cura en un campamento, cerca del pueblo de Jaraíz de la Vera.

Hoy merece la pena dejar otra versión que he tomado de internet, de ese bello romance que corría de boca en boca y de pueblo en pueblo por la comarca de La Vera. Espero lo disfrutéis:

En Garganta de la Olla, legua y media de Plasencia
se pasea una serrana, blanca, rubia y halagüeña.
Con la honda en la cintura y terciada su escopeta.
Cuando tiene sed de agua, se sube por la ribera;
cuando tiene sed de hombres se baja por la vereda
pasan hombres, pasan hombres, no pasa el que ella desea.
Ha pasado un soldadito, licenciado va a su tierra,
le ha agarrado de la mano, para su cueva le lleva.
Le ha mandado hacer la lumbre con huesos y calaveras
y el soldado la pregunta: ¿De qué es esta leña seca?
- Es de un hombre como tú que he matado en esta cueva
y lo mismo haré contigo cuando la rabia me venga.
De conejos y perdices ha puesto una rica cena,
los conejos para él, las perdices para ella.
Acabados de cenar le mandó atrancar la puerta
y el soldado que no es torpe, la dejó sólo entreabierta.
En cuanto la vió dormida, se echó fuera de la cueva,
legua y media lleva andada sin volverse la cabeza.
Una vez que la volvió, - ojalá no la volviera -
vió venir a la serrana, bramando como una fiera.
Una honda que traía, la cargó de una gran piedra;
con el aire que la arroja le derriba la montera.
En la encina que pegó, partida cayó por tierra:
- Vuelve, vuelve, soldadito, vuélvete por tu montera.
- Mis padres que son muy ricos me comprarán otra nueva
y si no me la compraran, me pasaría sin ella.

Clic para escuchar:  Acetre - La Serrana de La Vera.





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Mis ocurrencias: 
"Desde cuando existe la nada???" 
-placentinö- 
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Mis frases preferibles:
"Todo es realizable hasta que se demuestre lo contrario" 
-Un optimista- 

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La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. 
Fuentes de Información: Lo encontré hace años por algún lugar de la Red buscando información sobre algunas de las tradiciones donde habito.

 äma®

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