24 feb 2012

Que sentido nos falta??




Cierto día, un  músico callejero se situó en la entrada del metro "L'Enfant Plaza" de Washington, DC. 


Era una mañana muy fría del mes de enero.



El violinista estuvo tocando durante 45 minutos. 


Empezó con Bach, luego el “Ave María” de Schubert, siguió con Manuel Ponce y Massenet y, finalmente, Bach de nuevo.


Eran las 8 de la mañana: la hora punta.  

Pasaban cientos de personas frente a él,  casi todas camino de sus trabajos. 

A los pocos minutos, un hombre de avanzada edad reparó en el músico. Aminoró el paso, se detuvo unos segundos y emprendió de nuevo su camino. 

Un minuto más tarde, el músico recibió un primer dolar: sin pararse, una mujer lanzó un billete a la caja del violín. 

Poco después, un individuo se paró unos instantes a escuchar, pero al mirar su reloj, echó a andar de nuevo rápidamente; se le estaba haciendo tarde. 




El que le prestó mayor atención fue un niño de unos 4 años. Su madre lo cogió y tiró de él, pero el pequeño seguía escuchando. Finalmente, su madre lo agarró fuertemente y siguieron andando. El niño, mientras caminaba, seguía mirando al músico con la cabeza vuelta. 

Durante los 45 minutos que el músico estuvo tocando, tan solo hubo 7 personas que se detuvieron a escucharlo, pero todas muy brevemente.


En total, logró reunir ¡¡32 dólares!! 

Nadie miró cuando el músico dejó de tocar. 


Nadie le aplaudió.  

De entre el millar de personas que pasó 
por delante de él, nadie lo reconoció.




Nadie notó que el músico era Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo.

En los pasillos del metro tocó algunas de las más difíciles partituras que jamás se han escrito, y todo ello… ¡¡con un Stradivarius del 1713 valorado en 3,5 millones de dólares!! 

Dos días antes de estos hechos,  no quedaban entradas a la venta 


para su concierto en el teatro de Boston…¡aunque costaban casi 100 dólares!


Esta actuación de incógnito de Joshua Bell en la estación de metro 

fue organizada por el « Washington Post » para investigar la percepción, el gusto y las prioridades de la gente.




Estas eran las preguntas:




¿Podemos, en un ambiente cotidiano y a una hora inusual, apreciar belleza? 

¿Nos pararíamos para apreciarla? 

¿Podemos reconocer el talento en un contexto inusual? 




Una de las posibles conclusiones del experimento podría ser:





Si no nos detenemos unos segundos a escuchar a uno de los mejores músicos del mundo cuando está tocando una de las más bellas partituras, ¿cuántas otras cosas extraordinarias nos estaremos perdiendo diariamente al no saber apreciarlas? 








-äma-

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